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CAMÉMBARO
MONOGRAFÍA DEL MUNICIPIO DE VALLE DE SANTIAGO, GTO.
EDICIÓN 1935
Por Fulgencio Vargas ©
Agradecimiento especial al Sr. Arturo Ramírez Ruíz
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EL PAIS DE LAS SIETE LUMINARIAS.
Antiquísima y constante tradición señala el conjunto de llanuras mencionadas en anterior capítulo con el significativo y pintoresco nombre de “País de las Siete Luminarias”.
Espectáculo sublime y aterrador, a un tiempo mismo, debió ser el que nuestros aborígenes remotos contemplaron en data imprecisa que se pierde en la tiniebla secular: enormes lampadarios alzándose sobre territorio guanajuatense, iluminado con claros y deslumbradores destellos la comarca que, siglos más tarde, habría de caracterizarse por la fertilidad de sus terrenos en los amplios dominios de la República Mexicana.
“El primer dato escrito que de esas conflagraciones se registra está grabado con caracteres primitivos en una cueva (La Cueva de los indios) sobre la sierra del Cubo, en la municipalidad de San Felipe, mirándose los jeroglíficos representando muchos grandes y pequeños proyectiles subiendo con sus caudas hacia abajo; y tanto en lo que se supone que es el cielo como el suelo, se ven esqueletos humanos mezclados con los de cuadrúpedos y de aves. Por este dibujo, por la clasificación geológica del Estado de Guanajuato y por la del grupo de volcanes del Valle de Santiago, se cree que los últimos pertenecieron a la época reciente, en la que ya hubo habitantes que pudieron observar la conflagración”. (.)
En una zona que se extiende de NW a SE, y que pertenece a las municipalidades de Salamanca, Valle de Santiago y Yuriria, encuéntrense quince cráteres en este orden: Villanfranca, Potrerillos y Cortés, El Rincón, Parangueo, Santa Rosa, Joyuela, Estrada, La Blanca, Solís, Alberca del Valle, Flores, Zíntora, San Jerónimo y La Magdalena, y Alberca de Yuriria.
Mi respetable amigo y colega, el señor ingeniero Don Ezequiel Ordóñez, en su magistral estudio acerca del sistema volcánico del Valle de Santiago, que se publicó en 1906 con motivo del décimo Congreso de Geología Internacional, dice lo siguiente, que yo me he permitido traducir del francés:
“Todos los cráteres de explosión están constituidos de la misma manera. Se levantan del plano compuesto de tobas basálticas con inclinaciones radiadas alrededor del orificio, tanto en el interior como en el exterior; correspondiendo por lo general, el declive de las pendientes al de los bancos de tobas. Las capas tienen un espesor variable, desde algunos centímetros, a veces de un grano muy fino de color gris o gris amarillento”.
“Las tobas finas se componen, tal y como el microscopio las revela, de partículas de vidrio y pequeños fragmentos de cristales de minerales característicos del basalto: labradorita, Chorlo volcánico, olivita; mientras que las tobas compuestas de partículas mas grandes, discernibles a la simple vista, son verdaderos agregados de lapilli, de arena volcánica, en los que cada partícula muestra ya la composición de la roca misma”.
(.).- Pedro González. “Geografía local del Estado de Guanajuato”. Página 63
“Aprisionados en la masa de las tobas, se ven frecuentemente, en algunos cráteres, numerosos y grandes pedazos de lava basáltica, algunas veces gravas de andesita que, arrancadas del suelo durante la explosión, han venido a caer en medio de las tobas, a distancia mucho más grande que la del recinto cratérico. Los pedazos redondos de andesita pertenecen a los lechos de arenillas intercaladas en las tobas lacustres a pequeña profundidad”.
“Como lo hemos dicho anteriormente, las capas de tobas de explosión en el interior de los cráteres, se encuentran a nivel del plano circunvecino, y en los más profundos (los cráteres-lago) se observan en sus paredes los materiales del subsuelo, con una regularidad tan perfecta en su disposición, que no hay motivo para suponer desalojamiento alguno por la fuerza de las explosiones. En la generalidad de estos cráteres profundos, lo que impresiona desde luego en sus paredes, son las bandas de roca basáltica negra encerrada, cerca de las tobas de explosión, entre capas de tobas amarillas. Viene luego la idea de que estas bandas no son sino corrientes de lava que han descendido por las pendientes de las montañas vecinas, verdaderos “mal país” cuyas extremidades se reconocen en los alrededores y al exterior de algunos cráteres, donde las tobas, que antaño los cubrían han sido arrastradas por las aguas”.
“En algunos cráteres, cuyo fondo no alcanza el nivel de las aguas freáticas, el colmado no se ha hecho por hundimiento sino por materiales esparcidos durante una erupción que tuvo lugar después de la explosión: es lava compuesta o esponjosa que se ha esparcido tranquilamente o por proyección, en este último caso, acumulándose hasta formar los bordes de los cráteres y los pequeños conos. La cantidad de materia fundida, así acumulada, es muy pequeña comparándola con el volumen de los productos detríticos de la explosión, como si esta lava fuese el residuo de un pequeño foco agotado, digámoslo así, o mas bien, la que podía pasar por un conducto que se estrechara rápidamente”.
Hasta aquí lo asentado por el señor ingeniero Ordóñez. Réstame solo decir que de los cráteres señalados, en cinco hay depósito constante de aguas saturadas de sodio y de potasio: Rincón, Parangueo, Alberca del Valle, Zíntora y Alberca de Yuriria, impropias para la agricultura, pero estimables desde el punto de vista de la hidrología y de la industria. En el fondo de los otros cráteres abundan las tierras de labor, según puede verse en las curiosas e interesantes fotografías que ilustran este trabajo.
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