El País de las Siete Luminarias


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07 Pitzendo

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MONOGRAFÍA DE VALLE DE SANTIAGO
EDICIÓN 1973


Por Higinio Vázquez Vera (PROHIVV) ©
Agradecimiento especial al Sr. Hugo Flores Mendez (2001)

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LEYENDA “PITZENDO”
Por PETAMUTI


Cual si fuera un penacho
De plumas blancas,
Coronando la testa de un gigante,
En la nube que encima
Del picacho de Culiacán,
Un cerro que al este de Valle se levanta.


Comprobar esto jamas hemos podido,
Que siguiendo la ruta del sol pasa regando
cual lágrimas sin llanto, gotas de agua,
cruza el valle y al final llegando
apagados volcanes por “jollas” conocidos.


¡Solo Araceo lo sabe!
Pues fue autor y testigo,
Mas el con su enorme estadio
De su cúspide truncado
Desde allí el valle mira
Nos contempla mudo,
Impasible, entretenido;
Es un cerro llamado La Batea.


Cahuajeo y Cerro Blanco,
Antes de ahora uno eran
Y entre estos y Culiacán,
El río Lerma con sus aguas
Cuenta que murmura cosas que acaso entendemos…
Y con rayos, otro día amanece niebla,
En la cual nos adentramos
Y otros seres encontramos
En un valle hermoso,
Con tupidas mezquiteras
Donde corren y pulupan
Desde ardillas y hasta flores.


CAMEMBARO es el nombre de un viejo curandero que como hijas tenía siete hermosas doncellas,
El negro de la obsidiana dio color a sus cabellos,
De gacela son sus ojos, desnudos sus hombres bellos
Y el color de la canela resalta sus labios rojos.


Siete hijas sin poderse distinguir
Que tienen por nombre Tallacua, Membereca o Andaracua, o quién de ellas se llama Sicua, solo distingo a Sacalasuchol, Jirícua y Teremecua.


Todos en paz vivirán,
De no haber llegado un día
Del rumbo do nace el sol
Un joven de alta estatura,
Con el pecho de un atleta,
Los músculos de los brazos
Ahogar podían a cualquiera.
Con la testa de guerrero,
Mas no era guerrero, era poeta.


En su capa no eran fieras las que traían
Por coraza eran flores
Y su penacho adornaban
Blancas plumas de garza.


Nadie supo que viniera
De las tierras de Aztlán
Solo sabían que llevaba por nombre Culiacán.


En ese entonces los dioses
Con humanos se codeaban,
El dios sol, la diosa lluvia,
El dios viento, la diosa agua;
Y aunque de distinto origen
Se miraban cual hermanos
Araceo el sacerdote,
Cahuajeo el gran guerrero,
Con acierto gobernaba.


Perimo amaba a Tepame
y lo decía con euforia,
Pumato fue quien pretendía
Los amores de Tallacua,
De los otros pretendientes,
No recuerdo su memoria.


Sacalasuchil, después de haber visto a Culiacán
Cambió su modo de ser,
Pues siempre su risa se oía,
Del alba al atardecer.
No comía, no dormía,
Al darse cuenta en su afán,
Que sus otras seis hermanas
Amaban a Culiacán.
Perimo amaba a Tepame
Y Tepame a Culiacán,
Pumato amaba a Tallacua
Y Tallacua a Culiacán,
Sicua, Teremecua y Jiricua
amaban a Culiacán.


Nunca pensó Culiacán
Al llegar por el oriente,
Que su presencia sería
Disturbios de tanta gente.
¡Hijas de Camémbaro!
Os juro por mi honor
Que no puedo por ninguna decidirme;
Por lo tanto me iré a buscar siete rosas
Y aunque todas ellas son hermosas
Solamente una tendrá olor
Y aunque esta rosa toque en suerte,
Esa tendrá mi amor…
Mientras tanto partiré sin despedirme.


Al partir Culiacán
se reunieron en consejo
Camémbaro, Araceo y el guerrero Cahuajeo
Como gran sacerdote Araceo
desde su estadio invocó
al gran dios que sin clemencia
esta sentencia dictó:
- Sacerdotisas serán
las siete hermosas doncellas
y una antorcha llevarán
para siempre, todas ellas.
La diosa tierra protesta
haciendo rugir su entraña,
el dios viento sopla el austro
y se prepara a luchar.
La diosa agua ruge al sol
que no las trate con saña,
pero el sol inflexible,
su sentencia cumplirán.
Cuando allá en el horizonte
aparece Culiacán.


El guerrero Cahuajeo sale a combatirlo fiero
Araceo le da poder para convertir su lanza
en gran serpiente de plata
que a Culiacán amenaza,
Tepame corre hacia el sur
a encontrar a Culiacán,
los pantanos de Yuriria
no la dejaron pasar…


Araceo detiene a Sicua y a Sacalasuchil
en donde ahora están,
en el preciso momento
que un cataclismo comienza
Culiacán petrificado
que con gran asombro advierte
que en siete antorchas de fuego
las doncellas se convierten.
La diosa agua transforma en río
a la serpiente de plata,
mas ya todo es inútil;
Culiacán al igual que Cahuajeo,
convertidos en montañas,
igual también que Araceo
contemplan 7 hermosas luminarias.


Tres de las siete hermanas
se consumen en calor,
solo cuatro lloran y lloran
su triste e imposible amor,
que su fuego apagaran
y lloran hasta formar un lago,
y las aguas de esos lagos,
sabor de llanto tendrán.


¡Solo tú, Araceo! cerro de la Batea
sigues imperturbable al paso de los siglos;
ya hasta otros nombres tienen las doncellas
y a Culiacán igual que antes le decimos;
y cada año en su capa que es su falda
crecen flores bellas.
A Cahuajeo le han puesto un espejo
Donde se mira todas las mañanas,
Y la serpiente de plata,
lleva vida más allá
(se pierde a la distancia)
de los tepetates de Xidoo,
y a Sacalasuchil le llamamos Alberca,
y cuando la bautizaron
una cruz de madera
en su pecho le clavaron,
porque dicen que bramaba
con infinita tristeza
y Culiacán contestaba,
y tres cruces clavaron en su cabeza.


Yo creo Araceo, que a tí los dioses te castigaron
poniéndote a vigilar el Valle de Camémbaro.
¿Qué dije, te castigaron? ¡ No, te premiaron!
porque no habrá mejor premio, mejor pago,
que contemplar siempre este hermoso Valle
que hoy se llama VALLE DE SANTIAGO.


AST v23.13 última actualización el 10 de enero 2018 ::: Autor: Arq. Antonio Silva Tavera MGPA/ MAC | asilvat@valledesantiago.org.mx

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